Según
un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, 100% del algodón y
85% de los productos comerciales muestreados (hisopos, gasas estériles,
toallas femeninas) contienen glifosato, el herbicida catalogado por la
IARC en marzo como “probable cancerígeno”. Enterate en Border de lo que
otros no se van a animar a contarte.
“Nos equivocamos”.
Eso fue lo primero que pensaron los investigadores del grupo Emisa
(Espacio Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental), de la
Universidad de La Plata, cuando descubrieron que ahí, en esas gasas
esterilizadas que acababan de sacar del paquete, el monitoreo químico
detectaba la presencia del herbicida glifosato, recategorizado en marzo
como “probable carcinogénico” nada menos que por la Agencia
Internacional de Investigación en Cáncer (IARC), dependiente de la
Organización Mundial de la Salud (OMS)
Pero
no, no se habían equivocado. Siguieron abriendo paquetes y más paquetes
de gasa estéril, y una y otra vez el resultado era el mismo. Algo
estaba pasando y debían averiguar qué era. Según explica en exclusiva a
Border Periodismo el Dr. Damián Marino, director del equipo, doctor en
Ciencias Exactas, docente de la Universidad Nacional de La Plata e
investigador del CONICET, a raíz de eso “se
encaró en farmacias y supermercados de la zona de La Plata un muestreo
de algodones, hisopos, gasas y artículos de uso femenino. Resultado: si
se considera la totalidad de los productos comerciales, los resultados
mostraron que la detección de glifosato fue del 85% y de AMPA (el
metabolito o derivado del glifosato) del 62%, mientras que si se
considera los productos más básicos como algodon o las gasas, el
porcentaje es del 100%.
Traducción:
en todas las muestras de algodón y gasas analizadas por el equipo se
detectó la presencia del herbicida más vendido en nuestro país (más de
200 millones de litros de glifosato se usan al año para los más
diversos cultivos), prohibido en 74 países, reevaluado por la
Organización Mundial de la Salud y recategorizado en marzo como probable
carcinogénico.
El
descubrimiento, explica el Dr. Marino, fue accidental. El equipo que
lidera se especializa en la detección de plaguicidas y, en el momento de
dar con este hallazgo estaba, en realidad, haciendo otra
investigación. “Nuestro
estudio surge como un accidente. Aplicando un paper internacional que
proponía a la gasa de algodón como sistema de captura de glifosato, la
técnica de análisis (como todas las técnicas de análisis) hace que uno
deba hacer el procesamiento de un “blanco” o gasa que no haya sido
expuesta en este caso al herbicida. Por eso se abrieron gasas del mismo
lote que las expuestas en el campo para procesar. Los resultados dieron
que ellas tenían glifosato, al repetir varias veces el análisis se
confirmo el resultado”.
Lo
increíble, lo que no podía suceder, estaba sucediendo. En un algodón
impecable, purísimo, de esos con los que una le limpia tranquila la cola
a su bebé, había restos de herbicida que supuestamente no debería haber
estado allí. En una gasa estéril, lo mismo. Y en un hisopo de algodón, y
también en los tampones, y en las toallitas femeninas. “Usamos productos de varias marcas”, precisa el investigador. ¿Qué había sucedido?
Por
lo pronto, cabe recordar que ya desde el año pasado, según índica el
sitio ArgenBio, el total de la superficie sembrada con algodón en
nuestro país corresponde a cultivos transgénicos que los vuelven, en
este caso, resistentes al glifosato. “En
la campaña 2014/15, prácticamente el 100% de la superficie de soja y de
algodón fue sembrada con variedades genéticamente modificadas. En el
caso de la soja, se cultivan variedades tolerantes a glifosato y
recientemente se incorporaron variedades que presentan dos
características: tolerancia a glifosato y resistencia a insectos. Por
otro lado, en algodón y maíz, la mayor parte del área de esos cultivos
corresponde a variedades e híbridos, respectivamente, tolerantes a
glifosato y resistentes a insectos al mismo tiempo”.
Al
ser entonces todo el algodón que se cultiva en Argentina resistente al
glifosato, éste herbicida se aplica sobre el cultivo sin mayores
inconvenientes….para la planta transgénica que es capaz de resistirlo,
desde luego. Y por lo general se aplica combinado con otros herbicidas, para garantizar que ninguna maleza saldrá viva de ahí. “Como indica el experto Javier Souza
Casadinho, en la Argentina los cultivos transgénicos son esencialmente
soja, maiz y algodón. Y basta con buscar en Google algodón más
plaguicidas para que aparezcan todos los reportes del INTA que señalan
el uso de cocktails de plaguicidas, mezclas con glifosato y otros
herbicidas, algunos de los cuales se aplican incluso con el capullo
ya abierto, por lo que el algodón recibe el producto directamente”,destaca Marino.
De hecho, en el informe del INTA titulado Manejo de malezas en el cultivo de algodónqueda
claro que antes de sembrar, durante el ciclo de la planta y luego del
florecimiento se aplican toda clase de agroquímicos, a menudo combinados
con el glifosato. Entre ellos, 2-4 D, dicamba, fluroxipir,
trifluralina, etc. “El
efectivo control de malezas es uno de los componentes más críticos para
el éxito de la producción de algodón. De acuerdo al sistema productivo
actual, el control químico es el método más empleado, dado que
proporciona agilidad y eficiencia. Para ello se cuenta con herbicidas
residuales en aplicaciones preemergentes y postemergentes de cobertura
total”, consigna el documento del INTA.
Como bien se pregunta Marino, tal vez haya llegado la hora de comenzar hasta qué punto las fumigaciones son puramente “un
problema de los pueblos fumigados. Porque si los plaguicidas –según
otro estudio realizado por nuestro equipo- están casi en el 80% de las
muestras de frutas y verduras analizadas pero además y como mínimo en el
85 % de las muestras de productos sanitarios de consumo diario que
analizamos, éste no es un tema “de pueblos fumigados”. Es un asunto de
salud pública lo suficientemente serio como para que las autoridades
tomen participación en el tema”, asegura.
Lo
más probable, sin embargo, es que sigan haciendo lo que hasta ahora:
una recta y apacible plancha. No sea cosa que una ola de datos y de
dudas venga a cuestionar una calma tan perfecta como ésta y se anime a
preguntar, por caso, quién, cuánto y de qué manera controla todo esto.
Qué organismo estatal encargado de vigilar qué es lo que ponemos
confiados en nuestros platos y botiquines va a explicar cómo es que esto
pudo suceder y qué implicancias tiene en la salud de todos. Porque no
hay plaguicidas inocuos. Y todos- Estado, empresas, consumidores-
deberían, como mínimo, manejar el mismo nivel de información al
respecto.
En
Border, por lo pronto, cumplimos con nuestra promesa: contarte siempre
la verdad, empezando por esas noticias incómodas que seguramente no vas
a poder leer en otros medios. Esta es una de ellas. Aunque no faltará
quien nos acuse de hacer “ecoterrorismo”, los datos están ahí para quien
quiera verlos. Detectados por un equipo de última generación adquirido
por una universidad pública y puesto a generar información que le sirva a
la gente. Y eso es lo que les da terror: que la verdad se sepa. Porque
cuando eso sucede, el marketing del silencio deja de funcionar. Y nadie-
ni empresas, ni Estado- están preparados para sobrevivir a eso.
Para saber más: http://www.mariajuliaolivan.com.ar/2015/10/19/glifosato-el-enemigo-intimo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario