En el Laboratorio de Limnología, Haydée Pizarro y
su equipo se dedican a investigar los efectos tóxicos del glifosato
sobre los cuerpos de agua dulce. Para ello experimentan en tanques de
agua ubicados en el Campo Experimental de la Facultad y, próximamente,
en la represa de Salto Grande, región influenciada por gran cantidad de
tierra cultivada con soja.
Hace apenas veinte días –el 21 de agosto– la Cámara Primera del
Crimen de Córdoba condenó a un productor rural y a un piloto fumigador
por contaminar con agroquímicos una zona urbana. Si bien las condenas
fueron, si se quiere, leves y de ejecución condicional, es la primera
vez que un tribunal cuestiona el uso de glifosato sobre regiones
pobladas, reconociendo así su potencial toxicidad.
Junto con la enorme expansión del cultivo de soja, ha crecido también el uso del glifosato, un herbicida capaz de desmalezar con suma eficiencia pero incapaz de afectar a la soja genéticamente modificada. Simultáneamente, se han multiplicado también los grupos de investigadores dedicados a estudiar el efecto tóxico del glifosato y sus posibles consecuencias sobre los organismos. Entre ellos, en el marco del Laboratorio de Limnología, Haydée Pizarro y su equipo trabajan, desde hace años, en el estudio del glifosato y su impacto en comunidades de agua dulce, principalmente microbianas.
“Para llevar a cabo nuestro trabajo utilizamos mesocosmos y microcosmos, que son tanques de agua de gran tamaño, y también algunos recipientes más chicos. Allí hacemos ensayos y tratamos de determinar cuál es el impacto sobre las comunidades microbianas de agua dulce que produce este herbicida tan utilizado no solamente en Argentina sino en todo el mundo. Particularmente, estudiamos la calidad del agua y cómo se afecta esa calidad con el uso del herbicida”, explica Pizarro, quien ya lleva casi veinticinco años trabajando en el Laboratorio de Limnología.
Las investigaciones realizadas por el equipo han obtenido resultados que indican que el herbicida tiene un efecto muy significativo en la calidad del agua. “El glifosato transforma los cuerpos de agua en sistemas turbios, con un gran desarrollo de microalgas, principalmente cianobacterias de muy pequeño tamaño. De este modo, todo el sistema se modifica y se vuelve más eutrófico”, añade la investigadora. Los sistemas sufren eutrofización cuando sus aguas se enriquecen en nutrientes. Este cambio es en realidad un problema serio ya que, en aguas con exceso de nutrientes, las algas y otros organismos crecen en abundancia y al morir se descomponen, disminuyendo notoriamente la calidad del agua. Sin embargo, otras algas, que pueden ser tóxicas, se benefician y pueden crecer formando floraciones. Estas alteraciones generan un gran consumo de oxígeno disuelto y las aguas dejan de ser aptas para la mayor parte de los seres vivos. “Este cambio, generado tanto en la estructura como en el funcionamiento del sistema trae como consecuencia final el deterioro de la calidad del agua”, sostiene la bióloga.
Recientemente, Pizarro ha comenzado a trabajar en colaboración con Daniel Cataldo, cuya especialidad es el estudio de moluscos invasores, principalmente Limnoperna fortunei, un molusco que ha llegado a nuestro país hace más de diez años, probablemente transportado con el agua de lastre de los barcos procedentes del extremo Oriente. “Este molusco es un organismo que se adaptó muy fácilmente al ecosistema invadido. Se lo llama ingeniero de ecosistemas, porque su presencia genera cambios muy marcados en la estructura y el funcionamiento de los sistemas”, explica Pizarro. La idea del trabajo conjunto surgió para estudiar qué ocurre en los sistemas cuando dos factores de origen antrópico –el glifosato y el molusco invasor- actúan simultáneamente. Esta investigación constituye, además, la tesis doctoral de Eugenia di Fiori.
“En los sistemas, los factores no actúan por separado sino que se combinan”, afirma la investigadora. “Nosotros hemos podido observar que el molusco es capaz de degradar al glifosato. Sin embargo, las consecuencias ambientales no son, como uno podría imaginar, tan alentadoras. Hemos podido ver que esa aceleración ejercida por el molusco hace que la degradación del glifosato, genere fósforo biodisponible para las algas de forma más rápida. Esto traería aparejado como consecuencia final que, cuando están juntos en el ambiente el glifosato y el molusco, el sistema se deteriore aún más rápido”, agrega.
Los investigadores llevan a cabo sus experimentos en tanques de agua ubicados en el Campo Experimental de la Facultad. El siguiente paso será llevar estos experimentos a ambientes naturales. “Nuestra mira está puesta en la represa de Salto Grande, porque allí se puede encontrar el molusco invasor y también hay presencia de glifosato, ya que la zona aledaña está altamente influenciada por gran cantidad de tierra cultivada con soja. Esto nos va a permitir tener resultados concretos y más realistas”, sostiene la investigadora.
Por último, una nueva línea de investigación que el grupo encarará próximamente será el estudio del metabolismo general del cuerpo de agua en sistemas con y sin glifosato. La idea es analizar los balances entre producción y respiración microbianas. “Sospechamos que la presencia del herbicida modifica a los sistemas acuáticos cambiando su metabolismo de carbono y su rol como fuente o sumidero ambiental”, concluye Pizarro.
Laboratorio de Limnología
Junto con la enorme expansión del cultivo de soja, ha crecido también el uso del glifosato, un herbicida capaz de desmalezar con suma eficiencia pero incapaz de afectar a la soja genéticamente modificada. Simultáneamente, se han multiplicado también los grupos de investigadores dedicados a estudiar el efecto tóxico del glifosato y sus posibles consecuencias sobre los organismos. Entre ellos, en el marco del Laboratorio de Limnología, Haydée Pizarro y su equipo trabajan, desde hace años, en el estudio del glifosato y su impacto en comunidades de agua dulce, principalmente microbianas.
“Para llevar a cabo nuestro trabajo utilizamos mesocosmos y microcosmos, que son tanques de agua de gran tamaño, y también algunos recipientes más chicos. Allí hacemos ensayos y tratamos de determinar cuál es el impacto sobre las comunidades microbianas de agua dulce que produce este herbicida tan utilizado no solamente en Argentina sino en todo el mundo. Particularmente, estudiamos la calidad del agua y cómo se afecta esa calidad con el uso del herbicida”, explica Pizarro, quien ya lleva casi veinticinco años trabajando en el Laboratorio de Limnología.
Las investigaciones realizadas por el equipo han obtenido resultados que indican que el herbicida tiene un efecto muy significativo en la calidad del agua. “El glifosato transforma los cuerpos de agua en sistemas turbios, con un gran desarrollo de microalgas, principalmente cianobacterias de muy pequeño tamaño. De este modo, todo el sistema se modifica y se vuelve más eutrófico”, añade la investigadora. Los sistemas sufren eutrofización cuando sus aguas se enriquecen en nutrientes. Este cambio es en realidad un problema serio ya que, en aguas con exceso de nutrientes, las algas y otros organismos crecen en abundancia y al morir se descomponen, disminuyendo notoriamente la calidad del agua. Sin embargo, otras algas, que pueden ser tóxicas, se benefician y pueden crecer formando floraciones. Estas alteraciones generan un gran consumo de oxígeno disuelto y las aguas dejan de ser aptas para la mayor parte de los seres vivos. “Este cambio, generado tanto en la estructura como en el funcionamiento del sistema trae como consecuencia final el deterioro de la calidad del agua”, sostiene la bióloga.
Recientemente, Pizarro ha comenzado a trabajar en colaboración con Daniel Cataldo, cuya especialidad es el estudio de moluscos invasores, principalmente Limnoperna fortunei, un molusco que ha llegado a nuestro país hace más de diez años, probablemente transportado con el agua de lastre de los barcos procedentes del extremo Oriente. “Este molusco es un organismo que se adaptó muy fácilmente al ecosistema invadido. Se lo llama ingeniero de ecosistemas, porque su presencia genera cambios muy marcados en la estructura y el funcionamiento de los sistemas”, explica Pizarro. La idea del trabajo conjunto surgió para estudiar qué ocurre en los sistemas cuando dos factores de origen antrópico –el glifosato y el molusco invasor- actúan simultáneamente. Esta investigación constituye, además, la tesis doctoral de Eugenia di Fiori.
“En los sistemas, los factores no actúan por separado sino que se combinan”, afirma la investigadora. “Nosotros hemos podido observar que el molusco es capaz de degradar al glifosato. Sin embargo, las consecuencias ambientales no son, como uno podría imaginar, tan alentadoras. Hemos podido ver que esa aceleración ejercida por el molusco hace que la degradación del glifosato, genere fósforo biodisponible para las algas de forma más rápida. Esto traería aparejado como consecuencia final que, cuando están juntos en el ambiente el glifosato y el molusco, el sistema se deteriore aún más rápido”, agrega.
Los investigadores llevan a cabo sus experimentos en tanques de agua ubicados en el Campo Experimental de la Facultad. El siguiente paso será llevar estos experimentos a ambientes naturales. “Nuestra mira está puesta en la represa de Salto Grande, porque allí se puede encontrar el molusco invasor y también hay presencia de glifosato, ya que la zona aledaña está altamente influenciada por gran cantidad de tierra cultivada con soja. Esto nos va a permitir tener resultados concretos y más realistas”, sostiene la investigadora.
Por último, una nueva línea de investigación que el grupo encarará próximamente será el estudio del metabolismo general del cuerpo de agua en sistemas con y sin glifosato. La idea es analizar los balances entre producción y respiración microbianas. “Sospechamos que la presencia del herbicida modifica a los sistemas acuáticos cambiando su metabolismo de carbono y su rol como fuente o sumidero ambiental”, concluye Pizarro.
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