ENJAMBRES – PARTE I
Al momento de optar por un nuevo hogar, prefieren los sitios que ya han sido utilizados anteriormente por familias de abejas.
Por Pablo Baroffio
Bastante es lo que se ha escrito y estudiado sobre el proceso que denominamos "enjambrazón" y que lleva a una familia de apis a su momento culmine, y quizás el más importante dentro de sus propios fines: La reproducción. Ya sea que esta familia esté instalada en una colmena proporcionada por un apicultor, o a su aire en un ancestral árbol hueco, el instinto es irreprimible y, si se dan las condiciones adecuadas, la colmena se divide partiendo con su soberana unas 10 a 12 mil abejas, comenzando desde ese momento la aventura de fundar una nueva colonia. No es la idea detenernos en las condiciones que propician y desencadenan este evento tan significativo, sino mas bien intentar descubrir que es lo que sucede a partir de ese momento, donde las abejas quedan muy vulnerables, colgando de alguna rama amontonadas en su racimo, a pocos metros de su progenitora. ¿O acaso en vez de "progenitora" no es su hija a quien deja atrás? Esto es lo primero que deberíamos aclarar, si pudiéramos: Para la mayoría de los apicultores, la colmena madre es la que dio origen al enjambre y que queda atrás cuando este parte, lo que suena lógico porque es donde se originó el mismo. Pero si nos detenemos un segundo a pensar en el modo en que se desarrollan y reproducen las abejas, nos encontraremos con que la soberana, la reina madre de todos los habitantes de la colmena, en realidad se va del nido dejando a sus propias hijas ya instaladas, protegidas y con reservas de alimento incluidas. Entonces nos cabe la pregunta, si la verdadera "madre" o progenitora, no es acaso la que se va liderando el enjambre: Para las abejas, quizás no para nosotros, sin dudas la respuesta es un si. Esto porque el instinto y destino de las abejas es colonizar nuevas áreas, explorando incansablemente en busca de mejores condiciones, utilizando para ello distintos huecos que van encontrando en esas zonas por descubrir, donde van dejando instalados a sus hijos para que compitan con los de otras familias vecinas, y así sobreviva y se reproduzca el mas apto, el mejor preparado para ese entorno. Esto es más notorio, por ejemplo, en las africanizadas, quizás un poco más vicerales y primitivas que sus parientes europeas. Su vida entera es una incansable e interminable lucha. Esto ha sido así desde siempre, y desde milenios el hombre ha sabido aprovechar este hecho mediante distintas técnicas, a fin de obtener de estos enjambres ya convertidos en colmenas, la codiciada miel de nuestras amigas. Para ello se dispusieron como caza-enjambres, desde troncos ahuecados, tubos de cerámica o barro, canastas de mimbre o paja o estructuras de piedra, todos ellos dieron resultados y permitieron al hombre obtener lo que buscaba, en muchos o casi todos los casos, en menor medida de lo que permiten los sistemas reproductivos actuales. ¿Por qué detenernos a revisar estos ancestrales métodos para crecer en colmenas entonces, si los actuales permiten una mayor rapidez y eficiencia? Hay varias respuestas posibles: - La cuestión filosófica y personal, más común en un aficionado que en un profesional del rubro, donde preferimos dejar a la naturaleza la tarea de elegir en estas cuestiones, sobre quien es reproducible y quién no. - Porque es un sistema muy económico, que prácticamente no insume tiempo ni exige el desembolso de grandes capitales al apicultor o aficionado, cuyo bolsillo esta muy restringido hoy por hoy. - Permite diversificar la genética que manejamos en nuestros apiarios, ya que las incorporamos año tras año, y así tenemos mas de donde elegir, que siempre es bueno. - Al hacernos de enjambres en zonas donde no hay apicultores a la vista, estamos recurriendo a lo mejor que a podido desarrollar la naturaleza, a través de la selección del mas apto, y esto ya adaptado a el entorno, al medio que nos rodea, si bien hay que aclarar que no siempre el mejor desarrollo de la naturaleza es el mejor para los fines que busca el apicultor. Muchas veces no son compatibles, y esto quizás merece una segunda selección, ya sesgada por nuestro criterio muy humano de qué es "lo mejor". Ya entrando al sistema empleado para cazar enjambres, la lógica nos dice que para tener éxito en esta tarea, es condición necesaria conocer a fondo que es lo que busca un enjambre para instalarse y fundar una colmena. Hace varias décadas, el Dr. Thomas Seeley de la Universidad de Cornell en Ithaca (Estados Unidos), se dedicó a esta tarea disponiendo varios tamaños tentativos de "cazadoras", para ver cual resultaba más atractivo a estos. A través de su trabajo llego a la conclusión que el tamaño de colmena que mas atraía a un enjambre vagabundo, eran las que tenían las dimensiones aproximadas a un alza standard o cámara de cría Langsthrot, que tiene un volumen interior de 42 L aproximadamente. También concluyó que era indiferente la posición de la entrada o piquera, aunque si era representativo el tamaño de esta, eligiendo aquellos cebos que presentaban aberturas de alrededor de 15 cm2 en su parte inferior y de preferencia de forma circular, quizás imitando lo que en la naturaleza es mas común, como el hueco de un árbol practicado por un pájaro, o una rama que se quebró dejando expuesto el interior a hongos e insectos, que con el tiempo dieron forma al posible nido. También las madrigueras abandonadas de roedores y reptiles que suelen ser morada para las abejas y que tienen esta forma en su entrada, podrían haber "fijado" este criterio de búsqueda a través de los millones de años que vienen haciéndolo. Al parecer, la altura de unos cuatro a cinco metros del suelo, es otro factor que ayuda a la hora de decidirse a un enjambre por uno u otro habitáculo, al igual que el hecho de estar casi a plena sombra. Se encontró con que los huecos sin "olor" ni rastros de anteriores familias de abejas no eran muy apetecidos, lo mismo que los que presentan ranuras o luces en el techo y que por ello exponen el interior a las inclemencias del medio. Igual sucede con los que se dispusieron expuestos directamente al sol, que tampoco les agrada, y esto ya quizás por la dificultad de una nueva familia, con tan pocas abejas, en mantener controlada su temperatura de manera eficaz. Tampoco pareció relevante en el estudio del Dr. Seeley, la distancia a la que se disponía esta cazadora respecto de la colmena que da origen al enjambre. Pero en esto nosotros si encontramos una tendencia a preferir asentarse a no menos de 500 a 700 metros de su origen. Sin dudas, todos datos son muy valiosos para mejorar la puntería en nuestra "cacería", y que son producto del arduo y ordenado trabajo de este científico, que nosotros tomamos como punto de partida para nuestras propias experiencias. ¿Ahora bien, que sucede en la práctica, cuando disponemos cazadoras considerando todas estas características anteriores? En la experiencia de muchos de quienes nos embarcamos en esto, y teniendo en cuenta la necesidad de que el potencial apícola de las regiones fuera similar o al menos parecido, definimos entonces el entorno o marco para este trabajo como el "monte nativo" y mas precisamente las características del muy diezmado monte chaqueño, o sus equivalentes para otros ámbitos de nuestro planeta. Así, para este tipo de entorno, nos encontramos que un promedio del 40 por ciento de cazadoras ocupadas a fin de temporada es la media, y aunque no es una cifra para nada despreciable, si pensamos como "mejorable". Fue en ese sentido que nos abocamos a la tarea de intentar descubrir que es lo que motiva a los enjambres a optar por lugares que presumimos como "estratégicos", donde todos los años se producen capturas e incluso, si nos tomamos el trabajo de recolectarlos y re-ubicarlos ni bien ingresan, podemos obtener varios de ellos en un mismo sitio, llegando quien escribe a bajar ocho en un mismo lugar, como un caso excepcional. ¿Que es lo que sucede en estos sitios? Aun poniendo a escasa distancia de estos sitios especiales otra cazadora de idénticas características, esta parece ser ignorada constantemente a lo largo de los años, como si no existiera, mientras "el sitio" da sus frutos casi sin fallar nunca. Incluso en mi caso opté por colocar las mismas cazadoras que antes habían sido aceptadas, en la idea de algún contaminante en las nuevas que motivara al rechazo que obstinadamente recibían año tras año. Estas cazadoras ya aceptadas, donde ya habían entrado enjambres repetidas veces, fueron entonces trasegadas a nuevas colmenas y reposicionadas a unos metros de ese "sitio", cuidando de mantener las mismas condiciones del anterior. El resultado: volvían a entrar en el exacto lugar de antes, ignorando estos nuevos emplazamientos. Para dilucidar un poco esta cuestión, aun sin ser científicos, es que se utilizaron diversos productos para "igualar" olores dentro de las cazadoras, recurriendo para ello a cera derretida, propóleos, cebos de feromonas artificiales, para asegurarnos que "olieran" igual para nuestras amigas. Así formamos grupos de cazadoras "igualadas" en olor, unos sobre sitios donde ya se sabía que ingresaban enjambres, y otro grupo sobre sitios cercanos, pero desconocidos. Sin embargo, nada cambió, y los sitios donde ingresaron fueron los mismos de todos los años, pero si prefiriendo ya sobre estos sitios conocidos, los que contenían panales negros por sobre el resto, e ignorando casi siempre aquellas cazadoras que habían sido dejadas como "testigos", donde no se utilizó ningún aroma en particular, mas que la propia madera o cartón según fuera el caso, lo que en cierta humilde forma, corrobora lo que hallara el Dr. Seeley: Lo nuevo y sin olor a colmena, no es muy tenido en cuenta. FUENTE: PABLO BAROFIO, APICULTOR CORDOBES...UN AMIGO http://apicultura.entupc.com/enjambres/parte/1. |
martes, 7 de enero de 2014
Particularidades y preferencias a la hora de elegir su morada
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